EL ABUELO, NETFLIX Y LA INFLACIÓN


Por Antonio Pagés (*)

 

Hace cincuenta años, lo más parecido a hacer una “maratón de series” era ir al cine continuado.  Cines despintados que pasaban tres o cuatro títulos distintos, o más.  Eran películas viejas, malas… o ambas cosas.  Una vez, en una comedia italiana muy berreta de naves espaciales, el protagonista entra en una situación extrema, de vida o muerte.  Se enciende una luz roja de alarma en su cohete, y todo el centro de tierra entra en crisis: si esa luz no se apaga, en diez minutos sería el final.   Hacen intentos, pero la luz no se apaga, 9, 8, 7 minutos; le dan instrucciones al anti-héroe, y todas fallan.  Tensión.  6, 4, 2 minutos y la luz no se apaga.  Finalmente el personaje agarra un martillo y rompe la bombita de luz roja de la alarma.  Y pensamos “qué bruto”. Pero el chiste (malo) es que con eso salva su vida: ¿no se trataba de que la luz se apague?

 

Esa comedia que no hizo reír a nadie, se repite una y otra vez delante de mis ojos: apagar el fuego por la llama, no por su base; poner una ambulancia en la esquina que chocan mucho; resolver la emergencia atacando el síntoma.


Las infecciones, y otras enfermedades, ponen en marcha defensas de nuestro cuerpo.  En esa interacción entre la enfermedad y el “sistema inmune” se produce, como consecuencia, fiebre.

En un sentido más claro que exacto, la fiebre ES la alta temperatura.  Es un efecto que se percibe y se puede medir, un signo visible (síntoma) de que otra cosa está pasando (la enfermedad).  Hay que curar la enfermedad.

 

En la película italiana, el médico pondría al paciente en una bañera con hielo. 

 

Nada gracioso.  Desgraciadamente cada día mueren niños en hospitales por coma alcohólico, por los intentos de su cuidadores de “bajar la fiebre” pasándole algodón con alcohol (porque como se siente fresquito, baja la fiebre.  O se agravan cuadros por haber intentado varios días con paños y bañeras.

¿Y la enfermedad?  De la causa, nadie se ocupó.   Y pensamos “qué brutos, qué desgracia”.

 

***

 

En un sentido más exacto que claro, la inflación ES la suba de precios.  Es su definición.

 

En la película italiana, para reducir la inflación irían con garrote a corregir los cartelitos en el supermercado.

Nada gracioso.  Desgraciadamente, eso es lo que cíclicamente los gobiernos proponen, y encaran como solución, y hasta hay quienes creen que es la solución.  Que es menos útil que poner al paciente con fiebre en hielo: es poner el termómetro en el hielo. 

 

¿Y las causas de la inflación?  Nadie se ocupa.   Y pensamos “qué brutos, qué desgracia”.

 

Las causas, che, las causas.  No curás una intoxicación digestiva tomando carbón… si no resolvés la causa, vas a explotar.  Podrás hacerte una liposucción, pero si mantenés tu actividad y alimentación igual, vas a llegar al mismo lugar.  La causas.

 

Busquemos río arriba, no río abajo.  Si hay una emisión mayor que el crecimiento, hay inflación.   Si el gobierno emite para cubrir gastos e inversiones, hay inflación.  La inflación, luego, equivale a un impuesto regresivo que lastima más a las clases bajas… pero no es percibido como impuesto.  Es que las explicaciones reales se ponen difíciles, necesitan alguna matemática.  Entonces ¿qué oportunidad tiene nuestra gente, que le pasa alcohol al bebé con fiebre, de entender que le mienten?  Y qué difícil explicar sencillamente cómo y por qué le mienten.  Parte de mantener la inflación es a propósito, por eso tiran fuegos artificiales con el Circo del Control de Precios.  Les conviene ese impuesto: cínicos.  Amor al sillón - no al pueblo.

 

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¿Y entonces?

 

La solución pasa por no gastar de más, trabajar, producir y exportar.   De estas cuatro, si hay que manotear algo rápido, es cortar el gasto - que es una causa.  Tapar el caño al final con control de precios no resuelve nada.


“Hay que cansarse” decía el abuelo.

 

La REALIDAD es una máquina destructora de los mitos de tribuna.  Claro, hay que mirarla sin filtros ni cancha inclinada, sin rechazarla con “Sí, pero lo que pasa es que….”  La única verdad es la realidad.
Despabilarse y tirar clichés de disco rayado que no resuelven nada, y reemplacemos por soluciones.  Menos control de precios, y más trabajo.  No gastes lo que no tenés.

 

Mala noticia. Porque requiere reconocer la realidad, escucharnos, explicarnos, ¡pensar!, ¡planificar! y coordinar para empezar YA.   Y corregir, corregir, corregir en lugar de justificar.  Hay que cansarse.   Planificar y pensar es mucho más cansador que vivir del trabajo de otro e “ir viendo”. ¿No te lo decía tu abuelo?  Si a la noche no das más y caés molido de tanto laburar… ¡te va a ir bien!

 

Solo que muchos, perdido el rumbo en la droga del poder, ni recuerdan que existe el camino del esfuerzo.

 

(*) Miembro del CdeA de la Fundación ANDES