ARDE LA CIUDAD


 Por Alejandro Marchionna Faré (*)

 

Buenos Aires, mediodía de un domingo sofocante. Desde la ventana se ve circular muy poca gente por las veredas de la sombra. Por supuesto zigzaguean como siempre los héroes del delivery, muchos de ellos mucho más acostumbrados que un porteño promedio a estas temperaturas infernales.

 

Los nativos permanecen puertas adentro. Ventiladores y aires permiten paliar el tremendo calor de este verano de 2022. Claro, si la Fortuna les ha concedido tener el servicio de electricidad. Para los que no lo tienen, bien deberían reflexionar sobre las consecuencias de la actual política tarifaria.

 

Pero a las 6 de la tarde, se produce un cambio en la dinámica de las veredas. El sol dejó de ser el dueño de la ciudad y aunque las temperaturas todavía no han bajado, se hace más soportable caminar por nuestras calles cada día más arboladas.

 

Misas, café, helado, alguna compra imprevista. Los burgueses porteños comienzan a salir de sus guaridas refrescadas y a caminar, a encontrarse. Sin apurarse ni correr, porque poca brisa hay y el calor no afloja – solamente se deja de sufrir el ataque aplastante del sol.

 

Cae la oscuridad y la temperatura baja sólo un par de grados. La sociabilidad aumenta sí, pero no el ritmo de las caminatas. Los porteños están todavía en modo ahorro de energía de sus cuerpos.

 

Y es inevitable la metáfora del emprendedor argentino, escondida en la observación del comportamiento del porteño ante el calor. Pero no se puede limitar la imagen a ese grupo de gente endurecida ya, imaginativa, dispuesta a volver a empezar, a emprender más allá de lo que los rodea. El país está lleno de gente honesta, trabajadora, dedicada, a la que horroriza el facilismo y la corrupción – en todos los niveles, que tiene la misma actitud.

 

Pero quienes generan las olas de calor sofocante deben tomar en cuenta el desincentivo constante que plantean con su combate al sector privado, que es el único que genera riqueza y empleo de calidad en un país. Impuestos superpuestos y confiscatorios, trámites interminables, permisos de importación, restricciones operativas, cepos cambiarios y de los otros – son todas formas de alejar a la Argentina de las condiciones en que funciona una economía normal.

 

Hace años que hay un éxodo limitado y no constante de empresarios, emprendedores, profesionales y en general personas con iniciativa. Suavizado en un período reciente, pero acelerado después de las PASO de 2019. Este fue el camino con el que desde 1983 Venezuela fue perdiendo a la clase media que hubiera podido resistir mejor el avance del chavismo.

 

Sin embargo, como en las condiciones que se dan a la caída del sol, siempre se puede tener la esperanza del amanecer del día siguiente – con nuevas expectativas, quizás mejores reglas de juego, quizás otro respeto para quienes creamos día a día la riqueza del país. En esa esperanza radica la razón por la que todavía millones de argentinos se levantan cada mañana para trabajar, para ejercer sus responsabilidades, para conducir sus empresas. La esperanza en un nuevo amanecer que no se dará de por sí si esos mismos millones no se esfuerzan por construirlo.

 

 

(*) Presidente de la Fundación ANDES.