EL VOTO DEL CAMPO


Por Ignacio Garciarena (*)

 

POBLACIÓN URBANA EN TERRITORIO RURAL

 

Como cada vez que se analizan los resultados de una elección en Argentina, los periodistas especializados en el sector agropecuario caen en la trampa de adjudicar la “opinión del campo” al resultado de las elecciones en las ciudades y pueblos del interior pampeano. Habitualmente se suele acompañar la nota periodística con un mapa donde se pintan los distintos distritos (partidos o departamentos, según corresponda) con los colores de la parcialidad ganadora, formando así un mosaico que busca reflejar el impacto del voto popular a lo largo y ancho de un territorio. Pero esto no necesariamente refleja la opinión de un sector tan horizontal y heterogéneo que incluye no solo a productores rurales, sino también a industrias, comercio y servicios varios.

 

Hay dos cuestiones que quisiera remarcar. Si bien la producción agropecuaria se realiza sobre terrenos y que estos ocupan un lugar geográfico puntual, ese territorio no necesariamente coincide con el lugar donde su responsable, dueño o administrador constituye su domicilio y emite su voto. Por otro lado el agro es mucho más que producción. Al mismo tiempo las personas que viven y trabajan en ocupaciones referidas al sector agropecuario son casi en su totalidad población urbana. A esto se le suma a que una familia que directa o indirectamente vive contribuyendo a este sector, está formado por integrantes con distintos intereses y aspiraciones. Tomemos el ejemplo de la familia de un chofer de un camión cerealero, compuesta por cuatro integrantes: madre, padre y dos hijos jóvenes. El jefe de hogar que depende directamente de los avatares del campo supongamos que tenga la tendencia de emitir su voto de manera empática con el sector. Su mujer, la ecónoma de la casa, seguramente influenciada por el contexto económico del momento, tal vez elija una opción distinta a la de su marido. Y los hijos, trabajadores, estudiantes o desocupados, seguramente sean tentados a emitir un voto independiente al de sus padres. Los jóvenes en particular suelen mostrar una especial disociación ideológica en relación con sus mayores. Su realidad puramente urbana los ubica en situaciones que pueden no coincidir con los intereses del sector que “sostiene” la economía de la casa.

 

En el análisis de la información también se soslaya muchas veces el derrotero de muchas otras regiones agrodependientes (NEA, NOS, Cuyo, Patagonia, etc), focalizándose, no sin razón dado su peso específico, en la realidad pampeana, siendo ésta una parte importante pero no excluyente de la realidad sectorial.

 

La agroindustria argentina, que puede ser demandante, beneficiaria o sufriente de las políticas públicas nacionales, provinciales o municipales es de lo más compleja y no solo se resume en la producción primaria. La complejidad del entramado productivo agroindustrial, partiendo de los proveedores de esta cadena, en general especialidades muy tecnificados, suelen demandar recursos humanos de alta especialización que suele ser de origen netamente urbana. Lo mismo sucede en los eslabones que elaboran los productos del campo (acopios, molinos, frigoríficos, etc), son subsectores formados por clases puramente citadinas también, y es indudable que toda esta población vive y trabaja directamente e indirectamente vinculados con la agroindustria.

 

Por otra parte, prejuzgar que la población urbana del interior del país es empática con los avatares del campo, es desconocer las demandas sociales de la población de esas localidades. Elegir un candidato es ante todo un acto emotivo, donde lo racional queda muchas veces de lado. Esta población urbana, por más que provenga de ciudades y pueblos chicos, suele tener una mentalidad propia de un poblador urbano. Sus necesidades y demandas son similares a quienes viven en grandes centros urbanos: demandan infraestructura y servicios urbanos, exigen pavimento en sus cuadras, agua potable, cloacas, gas de red, internet de alta velocidad, que sus hijos no pierdan días de clase, etc.

 

Además esta población puramente urbana del interior suele distanciarse de quienes viven en el campo y de quienes suele tener un concepto bastante definido y radicalizado, ya que los consideran menos instruidos, menos preparados, más atrasados tecnológicamente, que genera una tendencia clara en querer despegarse de esa representación. El ser urbano tiende a identificarse con otros valores más progresistas y menos conservadores, por lo que no es raro imaginar su voluntad por distanciarse y de alguna manera diferenciarse de aquellos que identifican como menos evolucionados. “Sí, mi abuelo era de campo” me dijo un día un joven nacido y criado en un pueblo de 20 mil habitantes de la Provincia de Bs As, donde el primer lote agrícola no está a más de 2.000 metros de su casa. El desapego generacional es notable. Las nuevas tecnologías de comunicación entiendo que ayudan a esta desarticulación

 

Entiendo que hacer un análisis tan simplista como reproducir la voluntad popular de un territorio, adjudicando esa opinión política a un sector socioeconómico particular, es al menos una visión sesgada.

 

Sin ir más lejos, yo que me considero parte de la comunidad agroindustrial, que toda mi vida me dediqué a formarme y trabajar en ella, estoy escribiendo estas notas en mi departamento de CABA, y a cuatro cuadras de donde emití mi último voto.

 

Desconozco la manera de encuestar la opinión política de un sector tan heterogéneo y tan mimetizado a otros sectores como es la agroindustria nacional. Tal vez sea por eso que cuesta tomarlo como un “Sector”. Entiendo la figura estadística de los sectores de la economía, pero para la agroindustria, con límites tan difusos y mezclados con otras tantas actividades económicas, se dificulta enormemente establecerlo como tal. Tal vez por eso me gusta pensarlo y entenderlo como una comunidad: un conjunto de personas heterogéneas, distribuidas de manera atomizada en la geografía entera de la nación que le dan vida económica, social y espiritual tanto al mal llamado interior, como a las ciudades y pueblos de toda la república. Acotar, encasillar, limitar, encajonar… son verbos de difícil conjugación cuando hablamos del sustantivo Agroindustria.

 

(*) Miembro de la Fundación ANDES y ex Director Nacional de Agricultura