¿ES UNA MALDICIÓN EXPORTAR ALIMENTOS?


Por Ignacio Garciarena (*)

 

Esta nota se gestó a raíz del podcast de Roy Hora y Pablo Gerchunof del 16/5/21 en DiarioAr: “La maldición del exportador de alimentos: ¿verdadera o falsa?”, y fue planteada previo al cierre de las exportaciones de carne vacuna dispuesto por el Ejecutivo Nacional el pasado 20 de mayo.

 

La hipótesis planteada en la disertación de los historiadores podría sintetizarse de la siguiente manera: ¿es deseable que los precios internos de los alimentos estén acoplados a los precios internacionales y ser vulnerables a un eventual aumento?

 

Este punto tiene varias aristas y puede ser fácilmente explicado. Vamos por partes, enfoquemos el problema por productos, ya que si de necesidades básicas hablamos, tendremos que discriminar entre productos de primera necesidad y que suelen incluirse en la canasta básica de los alimentos, y aquellos otros que si bien son alimentos y son exportables porque tienen un mercado externo, no son considerables elementales para la dieta de la población.

 

Bienes de primera necesidad o de la canasta básica de los alimentos: trigo (ingrediente de un elemento básico), carne, yerba, frutas y verduras

 

Bienes prescindibles por no llamarlos suntuosos: aceite de oliva, frutos secos, vinos.

 

Analicemos dos de los más elementales.

 

TRIGO

 

Si bien su principal uso es la fabricación de harina con la que luego se hace el pan, la participación del valor del trigo en el precio del pan es relativo. Según un informe de FADA de Mayo ´21, “por cada kilo de pan francés que hoy el consumidor paga unos $135, el trigo representa $17 (13%), el molino $7 (5%), la panadería $82 (60%) y los impuestos $29 (22%)”. Supongamos que buscando disminuir el precio en la panadería restringiéramos la exportación de trigo al máximo y lográramos disminuir a la mitad su valor, gracias a esta movida el pan pasaría a valer $ 126,5 (es decir un 7% menos del precio actual). ¡Bien!, buen inicio. ¿Qué hacemos ahora con los otros componentes privados del precio del trigo: molinería y panaderías?, les pediríamos que por favor ajusten sus costos y de esta manera podrían disminuir su participación relativa en el precio del pan. Supongamos que buscando esta premisa el molino bajara su exigencia respecto a la calidad de la harina, y comenzara a comprar harina de menor valor, y que también optara por despedir algún empleado no esencial y que además postergara las reparaciones de las instalaciones del molino para más adelante, logrando bajar un 15% sus costos. Trasladando eso a su participación en el precio, habríamos bajado el precio del pan en un peso (1$) adicional. ¡Bravo!!, ahora el pan cuesta $125,5. Las panaderías también tendrían que aportar lo suyo, pero ¿cómo?, tal vez atendiendo menos horas por día y así bajando la necesidad de mano de obra; digamos que podría hacerlo ajustando un 10% sus costos, y que trasladaría este beneficio seguramente al precio del pan; su precio ya llegaría a los $117,3. ¡Bien, esto está funcionando!

 

Finalmente, ¿qué hacemos con los impuestos?; ¿los distintos estados, en sus tres niveles, estarían dispuestos a bajar la incidencia de los mismos en el precio del pan?, ¡porque la participación de los impuestos en el nuevo precio ya habría aumentado a casi un 25%!

 

Supongamos que esa baja tributaria sea considerada compleja e imposible de cumplir ya que requiere un permiso del Congreso, o de una decisión política que nadie esté dispuesto a dar. Pues entonces habríamos logrado bajar el precio del pan, a expensas exclusivamente del sector privado, en un 14%, ¡espectacular!

 

Bien, ya conocemos los beneficios; ahora contemos los muertos... Además de los despidos en la industria molinera y en el sector panadero y la descapitalización que sufrirían los molinos al no reparar o renovar su maquinaria, este aumento logrado sería relativo dado el contexto de alta inflación, ¿cuánto tiempo tardaría en licuarse el beneficio de esta ya victoria pírrica?

 

Lo referido a que el molino sea obligado a conseguir harina barata para bajar sus costos, quedaría relativizado también, ya que al prohibirse la exportación de trigo, estos industriales nadarían en la abundancia, ya que aquel cereal que hubiese sido vendido al mundo pasaría a inundar el mercado interno, permitiendo al molinero poder elegir sin limitaciones la calidad del trigo a comprar. Ahora bien, ¿cómo reaccionaría ante este escenario, uno de los principales eslabones de esta cadena: el productor de trigo? Aquel chacarero que en otoño ya debe tener definido cuánta superficie va a sembrar, ya que deberá gestionar la compra de semilla, de fitosanitarios y de fertilizante; deberá pactar el valor del alquiler de la tierra con su dueño, y tendrá que pautar condiciones con el contratista que hará las labores. Tengamos en cuenta que el productor de trigo no es el primer eslabón de la larga cadena. Detrás de él se alinean los semilleros, los vendedores de herbicidas, fungicidas, fertilizantes, propietarios de los campos, contratistas, cosecheros, fleteros, acopios y hasta ambientadores y monitoreadores. Ese señor, que ve caer el precio del trigo, su principal ingreso en una época del año con pocos ingresos financieros, seguramente ajustará la superficie a sembrar ya que los márgenes de esa actividad se verían fuertemente resentidos. ¿Qué incentivo tiene el productor de trigo a poner a mover toda esta maraña de negocios si los resultados finales son negativos?, ninguno. Pues no alquilaría el campo, dejaría de comprar semilla, agroquímicos y servicios.

 

¿Todo eso sucedería?, ¡no!, no sucedería, no sería potencial... ¡sucedió, ya sucedió!!! A raíz de las mismas peligrosas ideas proteccionistas, en noviembre de 2013 estuvimos a un tris de quedarnos sin trigo.

 

Para que tomemos dimensión y haciendo números redondos, hoy Argentina produce 18MM de toneladas, exporta 10 y consume 8. En la campaña 12/13 produjimos 8.02M de tns, por lo que apenas alcanzó para el consumo interno. ¿Recuerdan que pasaba con el precio del pan cuando la harina escaseaba en esa primavera?... el gobierno de turno dispuso que se racione el pan en las panaderías dado la escases alcanzada. ¡Inaudito…!

 

“Bajarán precio del pan en Argentina por escasez del trigo” - Junio 26, 2013 - 12:00 a. m.   Por: Elpaís.com.co | EFE Bajarán precio del pan en Argentina por escasez del trigo (elpais.com.co)

 

“El pan se volvió un lujo en Argentina”, Veronica Smink, BBC Mundo, Argentina, 5 julio 2013 El pan se volvió un lujo en Argentina - BBC News Mundo

 

Repasemos que pasó en las últimas once campañas nacionales de producción de trigo en Argentina:

 Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria      

 

 

Fuente: INTA

 

Efectivamente vemos como la campaña 12/13 fue la de menor producción debido a que fue la de menor superficie implantada y una de las de menor rinde promedio; esto último debido a la falta de inversión en tecnología que el productor de trigo dispuso, habida cuenta de la baja rentabilidad del negocio. Malas señales del mercado, hacen que el productor reduzca la superficie a sembrar y utilice menor cantidad de insumos bajando el rinde promedio.

 

Por el contrario, este proceso volvió a revertirse en diciembre de 2015 cuando se quitaron no solo las trabas para poder exportar sino también se eliminaron los DDEE que tributaba este cereal. Como consecuencia directa de estas medidas, el volumen de trigo producido se revirtió positivamente como resultado de un aumento de la superficie sembrada y de mayores rindes unitarios. Esto se vio reflejado principalmente en los resultados de la campaña siguiente, la 16/17 donde aumentó el área sembrada en un 62% y el rinde nacional en un 12%.

 

Es evidente que intervenir el mercado de exportación de trigo no es la forma de hacer bajar los precios internos del pan.

 

CARNE

El caso de la carne es parecido, las políticas proteccionistas generan el mismo efecto pero con el agravante que tiene una incidencia de más largo plazo. Una señal que desmotiva el negocio agrícola se ve reflejado en la siguiente campaña anual. De la misma manera, la reversión del problema puede verse reflejado positivamente al año siguiente, dado la anualidad de su producción. En el negocio ganadero, en cambio, los tiempos son muy diferentes. Dado la naturaleza de la actividad, una política desacertada generará indicadores negativos a mediano y largo plazo. Si un criador que produce el ternero ve amenazada su rentabilidad, entorará menos vacas en la primavera/verano del año cero. La menor producción de terneros se evidenciará en los nacimientos de la primavera del año 1 y en el destete del otoño del año 2. Ese ternero se recriará durante todo ese año y parte del siguiente, faenándose durante el año 3. Tres años como mínimo tardan en manifestarse los efectos de una mala política. Veamos el siguiente gráfico…

 

Restricciones a la exportación de carne, como las anunciadas en estos días, fueron implementadas durante el segundo gobierno K, a partir de marzo de 2006.

 

La producción se vio resentida a partir del año 2010, proceso que pudo revertirse con políticas que fomentaron la producción recién en 2016, y cuya consecuencias positivas pueden observarse a partir del 2018.

 

La curva de volumen de carne exportada muestra un recorrido mucho más pronunciado, tanto su desaceleración, persistencia, como su recuperación y crecimiento actual.

 

Hasta el anuncio de las nuevas restricciones se exportaban casi 5 veces más de carne que en el 2012, el año de peor performance.

 

 Las exportaciones de carne recuperaron su nivel de 2005 y van por otro  hito, pero el consumo local no mejora - Actualidad | Campo en acción

 

 

A diferencia del trigo, la exportación de carne representa porcentaje menor al total producido. En el 2020 se vendió al exterior el 28% de la carne producida, y el promedio de los últimos 31 años fue del casi 15%. Esto sumado al componente cultural del consumo argentino de carne, nos hace concluir que un cierre de exportación de carne poco tiene que aportar a la formación de los precios internos.

 

¿Será que hay un mensaje subyacente en esto de desacoplar los precios internos de los internacionales mediante DDEE y restricciones?, ¿quizás se busque un chivo expiatorio que cargue con las culpas de los aumentos vernáculos de los alimentos?

 

Volvamos a recurrir a FADA y su informe de Mayo del ´21: “Se registra que la carne tuvo un precio promedio de $531 por kilogramo, de los cuales la cría representa $158 (30%), el feedlot $141 (27%), el frigorífico $35 (6%), la carnicería $47 (9%) y los impuestos $149 (28%). El maíz representa el 15% del precio del novillo y 11% del kilo de carne al mostrador”. Nuevamente vemos una alta incidencia de los impuestos en el componente del precio de un alimento, en este caso el 28%. ¿Es acaso el productor que invierte, como veíamos, tres años y mucho dinero en pasturas, sanidad, mano de obra y labores en producir un animal, y que entre cría y engorde explican el 57% del costo?, o ¿es acaso el Estado (los estados mejor dicho) que con su 28% solo acompañan a la cadena cárnica en las ganancias?

 

La carne en Argentina es un caso netamente cultural. Desde que los primeros bovinos traídos por Pedro de Mendoza en el siglo XVI fueron liberados y formaron grandes manadas cimarronas que luego los gauchos comenzaron a “vaquear”, proveyendo a la nueva colonia de carne barata y abundante; este alimento fue la base de nuestra nutrición. Algunas estimaciones calculan que el consumo anual per cápita de Argentina llegó a alcanzar los 200 Kgs, y hoy promedia los 50 (solo de carne vacuna), siendo uno de los mayores consumidores del mundo, a pesar de que las haciendas cimarronas ya no deambulan por las pampas. Su impronta cultural es tan significativa, que a pesar de ser un bien suntuoso en muchos países del mundo, en Argentina la carne es uno de los componentes de la canasta básica alimentaria.

 

Según el INDEC, la canasta básica alimentaria (CBA) se determina tomando en cuenta los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para que un varón adulto, entre 30 y 60 años, de actividad moderada, cubra durante un mes esas necesidades. La canasta básica de alimentos contempla pan, galletitas de agua, galletitas dulces, arroz, harina de trigo, otras harinas (maíz), fideos, papa, batata, azúcar, dulces (dulce de batata, mermelada, dulce de leche) legumbres secas (lentejas, arvejas), hortalizas (acelga, cebolla, lechuga, tomate perita, zanahoria, zapallo, tomate envasado), frutas (manzana, mandarina, naranja, banana, pera) carnes ( asado, carnaza común, espinazo, paleta, carne picada, nalga, pollo, carne de pescado) menudencias (hígado), fiambres, huevos y leche. También incluye queso (Queso crema, queso cuartirolo, queso de rallar), yogur, manteca, aceite, bebidas no alcohólicas (Gaseosas, jugos concentrados, soda), bebidas alcohólicas (Cerveza, vino) sal fina, condimentos (mayonesa, caldos concentrados) vinagre, café y yerba.

 

La carne provee a nuestro organismo proteína. En gran parte de los países del mundo, estos nutrientes esenciales son provistos por otras fuentes; las legumbres es la mayor fuente protéica. El consumo total de legumbres en la Argentina se estima en 800 gramos por persona, por año. Es extremadamente bajo comparado con otros países, como por ejemplo India, donde se consumen 20,8 kilogramos: 26 veces más. En la Argentina se consumen 56 kilogramos de carne vacuna per cápita por año. Si sumamos pollo, cerdo y pescado, la cifra trepa a 100 kilos per cápita por año aproximadamente. Esto quiere decir que, tomando en cuenta todos los tipos de carnes, se consumen 125 veces más que las legumbres. Claramente el componente cultural tiene una gran incidencia en el consumo de la carne, y es determinante al momento de encarar cualquier campaña de promoción de cualquier alimento proteico que no sea la carne.

 

En estos días el Presidente de la República argumentó que uno de las razones que lo llevó al tomar la decisión de prohibir la exportación de carne fue que la producción de este bien se encuentra estancada desde hace años. En cierta forma tiene razón, existe cierto amesetamiento en los índices productivos. Lo que el primer magistrado debería revisar son las causas de esta situación. Como decíamos más arriba, la producción se maneja con mensajes. Si estos mensajes son confuso y cambiantes, el decisor nunca tomará mayor riesgo a la largo plazo, desmotivado por la falta de reglas claras.

 

DDEE y restricciones

 

Con los dos ejemplos desarrollados vemos que utilizar a los DDEE y generar engorrosos y discrecionales trámites administrativos, no hacen más que generar pérdidas que termina solventando la sociedad toda. Por querer abaratar los alimentos, terminamos generando daños colaterales indeseados, y además no terminamos de darle solución al problema de fondo. No intervengamos las cadenas que funcionan bien, que generan divisas y trabajo al interior profundo de la República. Ya hemos comprobado fehacientemente lo sucedido con el trigo y la carne en el paso inmediato. 

 

Ante la insistencia en utilizar estos procedimientos, daría a entender que los DDEE no son tomados como herramienta de acople y desacople de los precios internacionales de los alimentos, sino más vale da a pensar que son herramientas puramente recaudatorias, y peor, son utilizadas como manejo político para fragmentar a la tan enemistada sociedad.

 

En marzo de 2021, Juan Carlos Hallak y Victoria Luca publicaron un artículo titulado “¿Cuánto cuesta el desacople del precio de los alimentos para los más necesitados?” donde plantean la hipótesis de que con el gap capturado por el Estado por sobre recaudación de DDEE ante un probable aumento de commodities agropecuarios, alcanzaría para subsidiar a los hogares más pobres de Argentina. En resumen su conclusión es la siguiente: “…el incremento en la recaudación de retenciones generado automáticamente por el aumento en los precios de los granos es más que suficiente para desacoplar el precio local de los alimentos de la evolución de los precios internacionales en el caso de los hogares bajo la línea de pobreza (30,4% de los hogares, 40,9% de la población) sin necesidad de incrementar las alícuotas de las retenciones.” (Victoria Luca – ALQUIMIAS ECONÓMICAS (alquimiaseconomicas.com)

 

Los decisores políticos deberían entender, si es que tienen voluntad de hacerlo, que la inflación no es causada por el aumento del precio de los alimentos, en realidad es al revés, los alimentos aumentan a causa de la inflación. Y las causas de la devaluación de nuestro peso pueden encontrarse en la política monetaria, y no en el aumento de las mollejas.

 

Los desacoples de los precios internos de los alimentos con los precios internacionales, no hace más que desacoplar al país del contexto mundial. A lo largo de la historia varias veces quedó demostrado que vivir de lo nuestro es un error, y por más bonita que parezca, no parece ser la frase más acertada en política económica.

 

(*) Es Miembro de la FUNDACIÓN ANDES y ex Director Nacional de Agricultura de la Nación (2015-2019)