MERITOCRACIA, GLOBALIZACIÓN Y POPULISMO FILOSÓFICO


Por Luis María Urriza (*)

 

El concepto de meritocracia ha entrado en la grieta. En Argentina está bastante claro que esa palabra es sinónimo de desigualdad para unos y desarrollo para otros. Del mismo modo que la globalización es un proceso de dominación para unos y el futuro deseado para otros. También tenemos la grieta entre capitalismo y anticapitalismo, y tantas otras. La realidad es que sobre estos temas es difícil encontrar grandes diferencias, dentro de ambientes intelectuales, en otros partes del mundo.

 

El mundo no discute que la globalización es un hecho, un proceso lleno de oportunidades y beneficios para la humanidad, solo trabaja para construir un mundo globalizado mejor, más conectado culturalmente, más humano, intentando minimizar los riesgos que implica todo proceso tan profundo. Sin embargo, en Argentina los antiglobalización son muchos. Néstor Kirchner decía que la globalización es el proceso por el cual los países ricos dominan a los pobres. En el mismo momento otros cuatro expresidentes argentinos, Alfonsín, De la Rúa, Duhalde y Menem, ante la misma pregunta destacaban el avance que lograba la humanidad con un mundo globalizado, y las enormes oportunidades de desarrollo que traía consigo, aunque también detectaban sus riesgos. El mismo Perón a diferencia de Kirchner hablaba de un mundo más pequeño, unido por las nuevas tecnologías y veía en este proceso un gran avance para la humanidad.

 

Del mismo modo, en el mundo no se discuten los avances alcanzados en la mayor parte de los países del planeta, que con diferentes matices de economías capitalistas lograron bajar la pobreza, incrementar la expectativa de vida promedio, y la calidad de vida de la mayoría de su población. La discusión no es capitalismo sí o no. Nadie entiende al capitalismo como un sistema implacable al que hay que combatir, de hecho la mayoría de las grandes potencias mundiales se manejan en sistemas mixtos capitalistas, pero intervencionistas, liberales, pero con Estados muy fuertes. Ni hablar los que vienen del comunismo como Rusia y China que mantienen centralizaciones estatales muy poderosas, pero incluyen al capitalismo como un nuevo eje de desarrollo económico. La discusión en el mundo es como implementar el capitalismo del siglo XXI de la mejor manera, reconociendo sus debilidades, como la existencia de desigualdades extremas entre las pequeñas minorías más ricas y los más pobres, o tantas otras debilidades. Inclusive la discusión central se basa en cómo encontrar un sistema superador, o sea en cómo construir un postcapitalismo más justo, más inclusivo, más sustentable para el medio ambiente.

 

El populismo es mucho más sencillo rebajar las discusiones a buenos y malos, encontrar enemigos obvios, y si son poderosos, mejor, para desatar ese espíritu de épica que todos llevamos dentro. El capitalismo es malo (no tanto el comunismo), la globalización es mala y la meritocracia también.

 

Vamos entonces a la meritocracia, lo interesante es que algunos intelectuales de primer plano mundial también han tomado este atajo de denostar un concepto valioso destacando sus debilidades operativas.

 

Michael Sandel es un filósofo de moda en ciertos ámbitos de alto nivel de Estados Unidos, que argumenta destacando las debilidades de la meritocracia. “En vez de promover una mayor igualdad, la meritocracia refuerza la desigualdad e incluso brinda su justificación”, dice Sandel a La Nacion[1] desde Harvard.

 

Según la Real Academia Española (RAE), meritocracia es un “Sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos  personales”.

 

Resulta bastante claro que en la aplicación práctica los puestos de poder no siempre están en manos de las más idóneos, pero veamos solo tres aristas que justifican la necesidad de promover el mérito y defender sus valores:

 

  • Desde un punto de vista operativo, en los países donde más se combate el concepto de meritocracia es donde los puestos de poder están más claramente ocupados por los menos idóneos, familiares, amigos, testaferros, manejan países enteros desde el poder político y los grandes grupos empresarios. Véase Venezuela, o Argentina, en América, como tantos otros países pobres y oprimidos en África y Asia.

 

  • Desde lo meramente semántico, hacer merito según RAE[2] es también hacer buenas obras, ser digno de premio. Por lo tanto, promover el mérito es promover un valor humano central. Sin embargo, queda claro que para que los méritos personales se manifiesten adecuadamente en una sociedad, deben desarrollarse en un ámbito de igualdad de oportunidades, promovamos entonces tanto el mérito como la igualdad de oportunidades.

 

  • Desde un punto de vista más conceptual, es necesario diferenciar un objetivo de las amenazas implícitas en su aplicación práctica. Defender el valor del mérito personal, instalando un objetivo de ocupar puestos de responsabilidad con aquellas personas que se lo merecen, es un objetivo sumamente útil, que debe ser alcanzado en un marco de igualdad de oportunidades. Para esto es necesario plantearse otros objetivos que garanticen esa igualdad.

 

Denostar el mérito en nombre de la desigualdad, es ofender a la enorme mayoría de la gente de bajos recursos que mantiene sus valores en alto, se esfuerza y progresa en la medida de sus acotadas posibilidades, sobre una pequeña minoría que abandona el esfuerzo, o se deja seducir por la delincuencia.

 

Denostar la meritocracia es justificar las posiciones de poder ocupadas por los que no tienen mérito y llegan por amiguismo, por herencia, o por simple corrupción.

 

Argumentar en contra del valor del mérito y la meritocracia por la lamentable existencia de desigualdad en el mundo no es otra cosa que populismo filosófico. La existencia del mal no hace más que probar la existencia del bien. Querer hacer el bien no garantiza que no se cometerán errores.

 

Mérito y meritocracia deben fomentarse desde lo más básico de una sociedad, y para esto debemos defender los valores morales que los sustentan y trabajar incansablemente en la igualdad de oportunidades que permitirán su mejor aplicación práctica.

 

 

[1] Interesante entrevista de Hugo Alconada Mon para el diario La Nacion, a Michael Sandel. 22/01/2022

 

[2] RAE, Real Academia Española

 

(*) Vicepresidente de la Fundación AnDes